AUTOAYUDA


 La Catedral de Chartres
En la planicie de Chartres, Francia, en 1.144, centenares de fieles se uncieron resuelta y espontáneamente a docenas de carromatos cargados de piedra y los arrastraron colina arriba para contribuir a la obra de construcción de un templo. De todas las comarcas vecinas se acercaron juglares, obreros talladores,  orfebres, caballeros de armadura, nobles, aldeanos, Lords y Ladies, a laborar, o a traer provisiones para la obra. Incluso enanos y tullidos, incapaces de cargar o picar piedras, se dedicaron a la tarea de preparar bebidas y comidas, o la de cargar con las herramientas. Y trajeron vino, aceite, lana, especias, cuerdas, cadenas, yunques, troncos, cuero, tejidos, sus mejores animales, hortalizas y frutas. En una increíble disciplina solo dirigida por su espíritu de solidaridad, perdonaron rencillas y saldaron deudas muy antiguas, con sus corazones unidos en la realización de una obra en la cual por una vez todos estuvieron de acuerdo. Y este raro gesto se repetiría una vez más cincuenta años más tarde, luego del incendio de la soberbia catedral. Salvando la diferencia entre una catedral y una ciudad, es el espíritu humano que en unidad perfecta, en torno a un ideal noble resulta invencible. Es la verdadera participación.



"La invención de la ciudad fue un logro espiritual y técnico cuya significación histórica sobrepasa con mucho el descubrimiento del fuego o la invención de la rueda."  León Krier.

“El único propósito de la existencia humana es encender una luz en las oscuridades del ser”. Carl Gustav Jung.

“Si toda la humanidad menos uno tuviera una opinión, la humanidad no está más justificada de silenciar a esa sola persona que, si esa sola persona tuviese el poder, de él silenciar a toda la humanidad" -John Stuart Mill.

“La intolerancia es una forma de egoísmo y condenar el egoísmo de manera intolerante es compartirlo.” 

“La manera más efectiva de alcanzar una meta es apuntar, no a la meta misma, sino a una meta mucho más ambiciosa detrás de ella”. Arnold Toynbee.

Los prisioneros en la cueva de "La República".
Muchos ciudadanos de nuestro país están encerrados en sus mentes tal como los prisioneros de Platón en su cueva. En esta alegoría que aparece en el Libro Séptimo de La República, Platón presenta una historia y luego la interpreta:
Imagínense una colonia de prisioneros encadenados de por vida en el fondo de una oscura cueva. Están tan inmovilizados por sus cadenas que solo pueden mirar a la pared. Detrás de ellos hay un fuego que ellos no pueden voltear a mirar, sino que solo notan su destello en la pared. Entre el fuego y los prisioneros colocados de espalda, hay un pasillo donde se mueven figuras y siluetas de trapo cuyas amenazadoras sombras proyectadas en la pared son nítidamente percibidas por los prisioneros. Estos consumen sus vidas temiéndolas cada vez que aparecen, pues eso es todo lo que alcanzan a ver, y es la única realidad que conocen.
Ahora suponga que uno de los prisioneros se logra zafar de sus cadenas, se pone de pié y se da la vuelta. ¿Qué cree UD que suceda? Se quedará deslumbrado por el fuego, y las tétricas figuras tan familiares que veía en sombras, aparecerán menos reales que antes y sin vida. Finalmente se verá inclinado a salir de la cueva hacia el sol del mediodía y quedará cegado por la intensa luz, quedando incapacitado momentáneamente para ver la realidad aunque ésta aparezca ahora a todo su alrededor, como siempre había estado. Pero eventualmente sus pupilas se reajustarán y con tiempo se sobrepondrá a su larga oscuridad de sombras dentro de la cueva y comenzará a aceptar la nueva realidad. Este fugitivo es ahora un iluminado.
Y entonces si volviese donde aquellos prisioneros a contarles del maravilloso mundo nuevo que ha encontrado, ¿cual será la reacción de sus compañeros de cadenas? A medida que se les acerca desde atrás proyectará una sombra tan amenazadora como las otras y parecerá que viene a hacerles daño. No importa lo que les diga no confiarán en él porque lo ven venir de las sombras. Sus historias de luz brillante y libertad, sus revelaciones del engañoso temor de las figuras y siluetas caerán en mentes adormecidas e insensibles, porque para ellos esas ideas son inconcebibles. Viéndolo como una engañosa amenaza, un violador de sus convicciones lo repudiarán… y si pudiesen lo matarían”.
Con toda nuestra ciencia contemporánea, con todo nuestro avance tecnológico y con toda nuestra capacidad intelectual estimulada por largos siglos de maravillosos descubrimientos y avances, nosotros haríamos lo mismo. Los prisioneros son los electores y prosélitos que han estado durante todas sus vidas encadenados a la manipulación en las oscuras cuevas de la corrupción política y nunca han visto nada diferente. Han oscilado de un partido en otro; han saltado de un caudillo a otro y han defendido una campaña y otra sin conocer realmente su prisión. Y como sus pensamientos, sus palabras y sus acciones están filtrados por ese mundo ensombrecido, ellos no pueden concebir un mundo mejor. Y para ellos no hay otra manera de resolver sus problemas ni hay realidad que pueda ser mejor.
Pero si la hay. Suponga que todos estos electores, vecinos, ciudadanos, rompen sus cadenas. Al principio quedarán cegados por el brillo del sol del mediodía. Luego no  podrán creer lo que contemplan sus ojos, pero a medida que palpen la realidad, la libertad, y la fuerza de mente y capacidad de decisión que ésta otorga, aceptará su nuevo mundo, lo explorarán con natural avidez y descubrirán un poder invencible que les permitirá enfrentar sus problemas con incontables probabilidades de triunfo. Ese será su verdadero triunfo, y su vida y la de su descendencia quedarán selladas irreversiblemente. Así podrá volver hacia sus antiguos compañeros y compartir con ellos. Y aunque algunos de ellos querrán matar el mensajero, siempre habrá muchos que prestarán oído… y así cambiarán sus vidas para siempre




"La Lucha Dentro del Capullo” (Buscando la Luz Interior)

Quiero compartir esta historia con Uds. Hoy.
Un joven universitario que recién comenzaba sus estudios para ser naturalista, se encontraba fuertemente presionado por los duros estudios y decidió tomarse un descanso. Así salió a caminar y a despejar su mente por el campo en una bella tarde de primavera. Mientras caminaba entre los árboles sintiendo la luz del sol quebrarse entre las verdes hojas frescas, vio una ramita con un gran capullo adherido a ella. Pudo notar que el capullo literalmente vibraba con la energía de vida que llevaba por dentro.
El joven aprendiz, sensible y compasivo se detuvo a observar el capullo agitarse levemente en la rama, imaginándose la lucha que estaba teniendo lugar allí dentro, y maravillándose de los milagros de la vida. Luego, animado en parte por la curiosidad investigativa y en parte por su noble espíritu sacó la pequeña navaja que llevaba siempre en el bolsillo. Y entonces, con el meticuloso cuidado de un experto, para no maltratar la criatura dentro, rasgó con cuidado el capullo a todo lo largo y observó para ver el resultado.
Efectivamente a los pocos segundos emergieron las arrugadas alas de una hermosa y enorme mariposa color azul eléctrico. La mariposa trató de volar, pero cayó temblorosa al suelo. Sin embargo con el impulso vital recién despierto intentó de nuevo, cayó una vez más al suelo y allí se quedó completamente quieta. Fue entonces que el joven aprendiz de naturalista se dio cuenta de que la hermosa mariposa había muerto.
Así comprendió, demasiado tarde, que es precisamente esa lucha dentro del capullo lo que desarrolla la fuerza en las alas, la paciencia del encierro y el empuje necesario para abrir el capullo en el cuerpo de la criatura que está dentro, para que en el momento más apropiado pueda surgir por su propio esfuerzo y sobrevivir como adulto en el mundo. Solo así aprenderá a volar como las demás mariposas.
De esa manera comprendemos que para crecer y sobrevivir a veces necesitamos del esfuerzo, la lucha y el encierro en un “capullo”, aunque muchas veces nos sentimos confusos acerca de la razón para esa lucha. Lo más importante es que hemos sido nosotros mismos los constructores de ese capullo que es nuestro camino natural, nuestra misión en la vida. Mientras más grande es el capullo, más duro su envoltorio y más tiempo estemos dentro, más grandes serán nuestras alas, más hermosos sus colores y más alto podremos volar. Necesitamos ese capullo para hallar nuestra misión.